Según conclusiones de un nuevo estudio, las elecciones hechas por los antiguos egipcios de las zonas dónde edificar varias de sus sorprendentes tumbas pueden haber sido la causa indirecta de las averías que hoy amenazan a estos tesoros arqueológicos, así como las dificultades actuales para conservarlos adecuadamente.
Esta idea se le ocurrió a Katarin A. Parizek, (fotógrafa e hija del profesor de geología en la Universidad Estatal de Pensilvania, Richard R. Parizek) cuando reconoció las trazas de fracturas geológicas que usaba su padre para encontrar agua.
En 1964, Richard Parizek y Laurence H. Lattman publicaron un trabajo sobre las trazas de fracturas mostrando dónde hay un incremento de la filtración, así como dónde la gente podría perforar pozos con mayor eficacia. Estas trazas de fracturas pueden llegar a tener entre un metro y medio y 12 metros de ancho, hasta un kilómetro y medio de largo y seis metros en promedio.
Un estudio inicial en Egipto descubrió que algunos pasajes y cámaras de tumbas estaban alineados con estas zonas de fracturas, lo que sugiere que los constructores sabían que estas áreas tenían roca menos resistente y más fácil de excavar, pues ellos colocaron las entradas a las tumbas en el fondo de los valles o de ciertos abismos donde las piedras que caían las ocultaban.
En la actualidad, Katarin y su padre han examinado 33 tumbas conocidas en el Valle de los Reyes, de las cuales han documentado al detalle nueve por dentro y por fuera.
Lo que aumenta las inundaciones es la pavimentación de las áreas para el estacionamiento de vehículos, con la finalidad de facilitar las visitas turísticas a las tumbas.
Sin embargo, no es la única forma en que el agua entra en las tumbas, ya que se filtra a través de las trazas de fracturas, arruinando tumbas que aún no han sido exploradas ni descubiertas. La estrategia para frenar estas inundaciones es desviar el agua, alejándola de las entradas expuestas y de otros puntos vulnerables.
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